Educación para la Consolidación de la Paz
Con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que entraron en vigor oficialmente en enero de 2016, hay un compromiso internacional renovado y un mayor optimismo para poner fin a la pobreza mundial durante las próximas dos décadas. Sin embargo, al mismo tiempo, existe una creciente preocupación de que los conflictos prolongados y un incremento de los desastres naturales amenacen con deshacer los logros alcanzados hasta la fecha.
A la luz del Objetivo de Desarrollo Sostenible Nº 16, relativo a la promoción de sociedades pacíficas e inclusivas, así como del Objetivo 4 (educación de calidad inclusiva y equitativa), del Objetivo 5 (igualdad entre los géneros), del Objetivo 8 (trabajo digno y crecimiento económico) y del Objetivo 10 (reducción de las desigualdades), existe un fuerte imperativo mundial para comprender la conexión esencial entre los resultados positivos del desarrollo humano y el fin de los ciclos recurrentes de conflicto y violencia. A todo esto se le puso un mayor énfasis en tres recientes Estudios sobre la Paz y la Seguridad (Revisión de la Consolidación de la Paz de la ONU, Revisión de Operaciones de Paz, y Resolución SC Estudio 1325 ), así como en las recientes Resoluciones sobre el Mantenimiento de la Paz, aprobadas tanto por la Asamblea General (a/RES/70/262) como por el Consejo de Seguridad (s/RES/2282-2016), en las que se pedía a todos los organismos de las Naciones Unidas que contribuyan al mantenimiento de la paz; que potencien los servicios sociales para la consolidación de la paz; y que incorporen y se centren en el papel de la mujer en la consolidación de la paz. Sin embargo, a pesar de su reconocida contribución a la hora de restablecer el orden tras actos de violencia, no hay precisamente un entendimiento mutuo de cómo podrían ayudar a la construcción de la paz los programas que abordan los servicios administrativos y sociales.
A lo largo de la historia, los servicios sociales de educación se han utilizado de dos formas, como un medio para catalizar el conflicto, así como para construir la paz. La educación se convierte en un motor de conflicto, cuando los servicios de educación se hacen accesibles solamente para algunos, y no para todos. En los lugares en lo que los servicios educativos son de mala calidad, irrelevantes para la empleabilidad o para la capacidad de hacer frente a situaciones difíciles, los ciudadanos responden con frustración y resentimiento. Donde se secuestran a los sistemas educativos para polarizar a la sociedad, o donde los instrumentos y herramientas educativas comunican la falta de respeto o discriminan a los grupos minoritarios, la educación se convierte naturalmente en una herramienta de división. Por otro lado, servicios de educación que son equitativamente accesibles; de calidad y relevantes; que refuerzan una narrativa común; que fortalecen las relaciones e identidades intergrupales; y que se administran de manera justa entre los grupos, así la educación fomenta la cohesión social vertical y horizontal.
Estadísticas y Mensajes Clave sobre la Educación para la Consolidación de la Paz
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Educación y desigualdad: Investigaciones, que comparan los datos sobre la igualdad en la educación y los datos sobre conflictos violentos de casi 100 países en más de 50 años, encontraron evidencia sólida de que la probabilidad de un conflicto violento se duplica en los países con altos niveles de desigualdad intergrupal en la educación, tras el control de los factores de riesgo de conflicto conocidos, tales como la riqueza, el régimen político, la geografía, etc. Dicha investigación también indica que una mejor igualdad educativa entre estudiantes masculinos y femeninos disminuye la probabilidad de conflictos violentos hasta en un 37 %.
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La política y la planificación del sector educativo pueden contribuir a la construcción de una paz sostenible a través de: la redistribución (distribución justa del acceso a la educación, los recursos y las oportunidades); el reconocimiento (respetando la diversidad y la identidad, a través de la educación); la representación (asegurando una participación equitativa, en la toma de decisiones a todos los niveles); y la reconciliación (aprovechando la educación para hacer frente al legado de las violaciones de los derechos humanos de años pasados, o abordando injusticias históricas o contemporáneas ).
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Justicia de transición y educación: En aquellas sociedades que están asumiendo su pasado violento, los esfuerzos de la justicia de transición que aspiran a fortalecer el estado de derecho, abordar los agravios entre las comunidades afectadas y prevenir la repetición de las violaciones de los derechos humanos, se podrán beneficiar de la educación en dos aspectos. En primer lugar, la educación debería contribuir al desarrollo de las capacidades y habilidades de la niñez, para participar en los ámbitos productivos y sociopolíticos del país. En segundo lugar, en una sociedad de posguerra, la educación se encarga de mejorar la capacidad de los ciudadanos, especialmente—pero no exclusivamente— de adolescentes, niñas y niños, para que puedan prever y construir un futuro mejor a través de razonamientos críticos acerca del presente y el pasado.
- Los servicios de desarrollo de la primera infancia (ECD; por sus siglas en inglés) pueden prevenir la violencia, a nivel micro: los niños y niñas que se han beneficiado de una estimulación y un cuidado adecuados demuestran sistemas sanos de estrés biológico, un apego seguro y precoz, así como un desarrollo cognitivo y socioemocional sano, disminuyendo el riesgo de violencia en el futuro. Todas las áreas de desarrollo están comprometidas, independientemente de si los niños y niñas se ven afectados por violencia directa (vivir en contextos de guerra, de violencia doméstica, etc.) o por violencia estructural (desigualdad, pobreza, etc.).
Esta recopilación se desarrolló en consulta con Friedrich Affolter, Gerente del Programa de Consolidación de la Paz, Educación y Abogacía de UNICEF.