Abogacía
Si deseamos conseguir el ODS4 y la Agenda 2030 más amplia, se debe hacer más para aumentar el financiamiento, eliminar las barreras políticas y mejorar los programas de educación para niños y niñas afectadas por situaciones de crisis. Los gobiernos, los donantes y sus socios deben tomar medidas colectivas específicas para respetar, proteger y garantizar el derecho a una educación de calidad para niños, niñas y jóvenes afectados por conflictos y crisis.
Para ver un cambio significativo en las vidas y el aprendizaje de los niños, niñas y jóvenes afectados por situaciones de crisis, debemos ver un cambio catalizador en el enfoque y las ambiciones.
Mensajes clave:
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Más niños, niñas y jóvenes que nunca se encuentran desplazados y por períodos más prolongados, y carecen desproporcionadamente de acceso a una educación de calidad y a otros derechos básicos. Aproximadamente unos 420 millones de niños y niñas viven en zonas de conflicto, lo cual representa un aumento de casi 30 millones desde 2016 y el doble desde el final de la Guerra Fría. Además, en la actualidad, la duración promedio de una crisis es de nueve años. (Fuente)
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De acuerdo con el Instituto de Estadística de la UNESCO, en 2017, 258 millones (1 de cada 5) niños y niñas, adolescentes y jóvenes estaban sin escolarizar en contextos tanto humanitarios y como de desarrollo. Esto incluye 59 millones de niños y niñas en edad de asistir a la escuela primaria, 61 millones de adolescentes en edad de cursar el primer ciclo de secundaria y 138 millones de jóvenes en edad de cursar el segundo ciclo de secundaria. (Fuente)
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De acuerdo con cifras del ACNUR de 2018, únicamente el 61 % de los niños y niñas refugiadas asisten a la escuela primaria, en comparación con el promedio mundial del 92 %. A medida que los niños y niñas refugiadas crecen, los obstáculos para acceder a la educación aumentan: solo el 23 % de los niños y niñas refugiados estaban inscritos en la escuela secundaria, en comparación con el 84 % a nivel mundial. La situación es crítica en la educación superior, ya que únicamente el 1 % de los refugiados asiste a la universidad, en comparación con el 37 % a nivel mundial. (Fuente)
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Las niñas que viven en situaciones de conflicto tienen casi 2.5 más probabilidades que los niños de no asistir a la escuela primaria, mientras que las niñas que viven en entornos estables tienen un 90 % más de probabilidades de ser excluidas de la educación secundaria que sus contrapartes. (Fuente)
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El financiamiento para la educación en contextos de crisis está siendo afectado porque la educación no es vista como una prioridad para la ayuda humanitaria, y porque los donantes para el desarrollo no siempre ven el claro vínculo que existe entre el desarrollo y los contextos de crisis. A pesar de que la asistencia humanitaria financiera se triplicó en los últimos años, la proporción del total que se destina a la educación apenas ha aumentado, alcanzando únicamente el 2.3 % en 2018. (Fuente)
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A pesar de los esfuerzos para construir una base sólida que pueda demostrar el impacto positivo de la educación en situaciones de emergencia, los profesionales y los responsables de formular políticas siguen sin tener pruebas sustanciales sobre qué funciona, cómo, para quién y a qué coste. Las pruebas que existen no han logrado realmente traducirse en políticas y prácticas coherentes y coordinadas por parte de los gobiernos y sus socios en términos de cómo ofrecer educación de calidad en situaciones de emergencia a gran escala.
¿Por qué educación en emergencias?
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La educación es un derecho humano y una inversión crucial. Contiene la llave para una vida mejor para los niños, niñas y jóvenes alrededor del mundo: una vida con menos pobreza, mejor educación e independencia. Contiene la llave para una mejor educación; la educación, particularmente la educación de las niñas, es una de las herramientas más poderosas para crear crecimiento económico, disminuir la probabilidad de conflicto, fomentar resistencia e impactar a las futuras generaciones con beneficios económicos y sociales de gran alcance.
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Sin embargo, guerras y desastres niegan a generaciones enteras el derecho a la educación. Uno de cada tres niños sin escolarizar de entre cinco y diecisiete años o unos 104 millones de jóvenes viven en países afectados por emergencias. Más de 62.5 millones de niños y niñas en 32 países afectados por crisis están fuera de la escuela, y muchos de aquellos que están en la escuela no están a salvo y no están aprendiendo(UNICEF). Niñas y jóvenes con discapacidades están particularmente en desventaja, donde la niñas están 2.5 veces más propensas a estar fuera de la escuela que los niños afectados por conflicto [ODI, 2016]. Las crisis actuales son largas y extendidas, resultando en extensos períodos de desplazamiento e interrupción; en consecuencia, los refugiados tienen cinco veces menos probabilidades de asistir a la escuela que otros niños, niñas y jóvenes. Además, en la mayoría de conflictos alrededor del mundo, escuelas, universidades, estudiantes y maestros son usados como blancos de ataque como una táctica de guerra, y las instituciones educativas son utilizadas para propósitos militares, colocándolos en riesgo de ataque por grupos armados.
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En emergencias, la educación de calidad permite que los niños, niñas y jóvenes sobrevivan y prosperen en tiempos de gran incertidumbre y vulnerabilidad. La educación de calidad respalda la resiliencia de niños, niñas y jóvenes en medio de la adversidad, apoya su desarrollo socioemocional y cognitivo, provee un espacio seguro que puede actuar como plataforma para otros servicios para salvar vidas; y los protege de la violencia, el abuso y la explotación que aumentan precipitadamente durante las emergencias. A largo plazo, la educación puede romper el ciclo de violencia y conflicto, y promover la paz y la reconciliación; ayudar a los niños, niñas y jóvenes a contribuir en la construcción de mejores futuros, abriendo oportunidades y enseñándoles tolerancia y resolución de conflictos.
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La educación es uno de los primeros servicios que demandan las familias, los niños, niñas y los jóvenes durante las crisis, y sin embargo con demasiada frecuencia es el primer servicio suspendido y uno de los últimos servicios que se reanudan. Según 16 estudios que cubren 17 emergencias diferentes, el 99 % de los niños, niñas y jóvenes en situaciones de crisis identificaron la educación como una prioridad [Save the Children, 2015]. Sin embargo, a pesar un aumento del 126 % en los requisitos humanitarios para las necesidades educativas desde 2005, la financiación aumentó en sólo un 4 %. Existe una clara necesidad de unir a los actores y los recursos para ofrecer una respuesta más ambiciosa y conjunta en línea con las políticas y planes nacionales en contextos de emergencia y más allá.
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La inversión en educación ha demostrado que mejora la vida de los niños y niñas hasta en los países más pobres. Según el informe Global de la Infancia 2019 de Save the Children, los datos revelan que la mejora en la educación de la niñez y el incremento en el número de niños y niñas escolarizadas coinciden con una disminución del matrimonio infantil, del trabajo infantil, de embarazos adolescentes y de homicidios infantiles. (Fuente).