Financiamiento de la educación
Según el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, la comunidad internacional prioriza claramente la educación de los niños, niñas y jóvenes más vulnerables. Sin embargo, la educación en situaciones de emergencia sigue estando crónicamente subfinanciada.
Desafíos clave para el financiamiento de la educación en situaciones de emergencia
La arquitectura de la ayuda internacional a la educación ha sido ampliamente criticada por no ser adecuada para su propósito en términos de llegar a aquellos en contextos de crisis. Según el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de 2019, se han gastado 800 millones de dólares anuales en la educación de los refugiados, que según los expertos representan sólo un tercio de la cantidad necesaria para lograr la educación de los estudiantes refugiados. Por lo general, el financiamiento tradicional de los donantes requiere que los países muestren un buen desempeño como condición para los préstamos, asumiendo un grado de estabilidad no factible para muchos países que experimentan situaciones de emergencia. Gran parte de la ayuda internacional a la educación se basa en el Estado, lo que presenta desafíos logísticos al financiar la educación para las poblaciones migratorias. Y la distribución de la ayuda a menudo sufre debido a procesos lentos, burocráticos y poco flexibles, que no pueden responder adecuadamente a situaciones de emergencias repentinas.
El financiamiento interno de la educación en los países afectados por conflictos es insuficiente. Aunque el Marco de Acción para la Educación 2030 respalda las asignaciones de al menos el 4 % del PIB o el 15 % del gasto público, la mayoría de los países de bajos ingresos, incluidos aquellos afectados por situaciones de emergencia, luchan por movilizar eficazmente este nivel de financiamiento interno.
En la actualidad, para cubrir el déficit de financiamiento necesario para llegar a los 33,8 millones de niños, niñas y adolescentes que se encuentran fuera de la escuela en los países afectados por conflictos, se debe abordar un déficit de financiamiento de 39.000 millones de dólares por año. Aunque los gobiernos tienen la responsabilidad principal de garantizar el derecho a la educación de sus ciudadanos, después de tener en cuenta el gasto interno proyectado se necesita un mínimo de 38 dólares por niño/a y 113 dólares por adolescente al año de fuentes de financiamiento no nacional para garantizar la educación en contextos afectados por conflictos.
En un esfuerzo histórico, la comunidad mundial se unió para comprometer fondos inmediatos de los países para hacer frente a la emergencia educativa del COVID-19. Esto incluyó la constitución de la Coalición Mundial para la Educación, que reunió a 175 organizaciones educativas mundiales para apoyar una respuesta unificada al COVID-19. La pandemia generó nuevos y costosos desafíos dentro de los sectores de la educación, particularmente en aquellos que ya enfrentaban crisis, para los estudiantes refugiados y sus comunidades de acogida.
Aunque la educación ha adquirido mayor visibilidad por parte de las organizaciones humanitarias, el sector educativo solo recibe una pequeña parte de lo que se solicita. A pesar de las crecientes necesidades de la última década, incluidas las catástrofes por fenómenos medioambientales y los conflictos armados que provocan desplazamientos forzados masivos, la financiación destinada a la educación en situaciones de emergencia no ha seguido el mismo ritmo. La ayuda a la educación sólo representa el 3% de la financiación humanitaria mundial, lo que la convierte en una de las áreas humanitarias menos financiadas.

Figura: Solicitudes versus financiación real para el sector educativo. Fuente: 20º aniversario de la INEE: Logros y desafíos en la educación en situaciones de emergencia.
El financiamiento de la educación en situaciones de emergencia requiere una mayor cooperación y coordinación entre los organismos humanitarios y de ayuda al desarrollo. Tradicionalmente, la ayuda humanitaria apoya la respuesta de emergencia a corto plazo, a menudo inadecuada, dado el elevado número de crisis prolongadas en todo el mundo y la duración promedio —más de una década— de la condición de refugiados. Las organizaciones han respondido a esta división entre la ayuda humanitaria y la cooperación para el desarrollo en el ámbito de la educación a través de mecanismos de financiamiento innovadores, incluido el Fondo «Education Cannot Wait»(La educación no puede esperar).
La meta 4.5 del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 pretende «asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de la enseñanza y la formación vocacional para las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas, los niños y niñas en situaciones de vulnerabilidad». Sin embargo, la educación en contextos de emergencia —lugares de clara vulnerabilidad— sigue estando crónicamente subfinanciada. Con casi la mitad de los niños y niñas refugiados sin escolarizar, los donantes deben priorizar la educación cuando los gobiernos no lo hagan. A pesar de los altos costos de proporcionar educación en contextos de crisis, el costo de un financiamiento inadecuado para la educación en situaciones de emergencia es mucho mayor.
Esta recopilación se desarrolló con el apoyo de Francine Menashy, Profesora Asociada de la Facultad de Educación, Universidad de Brock.