Sin educación, sin protección

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Tema(s):
Protección infantil
Coronavirus (COVID-19)
Política educativa
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En abril del 2020, en el pico de confinamientos por la pandemia del COVID-19, la UNESCO calculó que más de 1.500 millones de estudiantes y jóvenes –casi el 90 % a nivel mundial– no estaban escolarizados, lo que interrumpió el progreso académico y el desarrollo social y emocional que proporciona la educación. Desde hace casi un año, con las escuelas cerradas en todo el mundo para enfrentar la pandemia, los niños, niñas y adolescentes han cambiado los pupitres de las aulas por las mesas de la cocina.Sin embargo, para muchos millones de personas, la realidad de los cierres de escuelas relacionados con el COVID-19 ha sido mucho menos cómoda, impidiendoles continuar con su educación y exponiéndose a un mayor riesgo de sufrir explotación y abuso. Para los niños, niñas y jóvenes de países afectados por crisis, en post-crisis, o los que acogen a refugiados, el cierre de las escuelas empeora los riesgos y daños a los que ya se enfrentaban debido a los efectos de las crisis que los rodean.

En el Líbano, ese lugar tranquilo para hacer la tarea podría estar dentro de un refugio para familias cuyos hogares y escuelas fueron dañados o destruidos por la explosión en Beirut en agosto del 2020. Los niños y las niñas de una familia siria refugiada, que ya han sido desplazados por la guerra y no han podido asegurarse una vacante en una escuela libanesa con poca financiación y exceso de inscripciones, podrían ser enviados a trabajar en plantaciones para ayudar a mantener a la familia. Un niño/a en la zona rural de Ruanda tal vez se acurruque junto a una radio –si es que la familia tiene una– en el intento de seguir el ritmo de la transmisión de una clase; si su familia fomenta el acceso a la educación de las niñas, quizá esa niña pueda enfocarse en hacer la tarea en lugar de tener que hacer más tareas domésticas. En Sri Lanka, los padres que experimentan extrema pobreza y exclusión social por ser trabajadores en plantaciones de té podrían llegar a hipotecar su hogar y sus pertenencias para comprar dispositivos electrónicos necesarios para que sus hijos e hijas tengan acceso a la educación en línea. Tanto en Colombia como en la República Democrática del Congo del Este, los niños, niñas y adolescentes que no están escolarizados son un sector atractivo para los grupos armados rebeldes.

En todos esos contextos, las poblaciones que ya están marginadas –lo que incluye a niñas y mujeres jóvenes, niños y jóvenes con discapacidades, jóvenes LGTBIQ, y niños, niñas y jóvenes en movimiento– están en riesgo de sufrir una mayor explotación y abuso.

Los niños, niñas y adolescentes de los cinco países de la muestra y de otros contextos de crisis han experimentado una interrupción indefinida de su aprendizaje. También han perdido un espacio crucial de apoyo, estabilidad y protección a medida que su entorno se vuelve cada vez más inestable.

Las escuelas contribuyen a mantener la salud y el bienestar social, emocional, psicológico y físico de los niños, las niñas y los adolescentes. En estos contextos difíciles, también pueden aportar supervisión y protección física, rutinas y estabilidad, a la vez que le sirven a las familias como puntos de acceso a servicios de salud, nutrición, sanidad y otras necesidades específicas. Los docentes y el personal de las escuelas actúan como una primera instancia de supervisión y defensa para niños, niñas y adolescentes en riesgo de sufrir abuso, negligencia, explotación y violencia.

No Protection, No Education cover
Accede aquí para descargar el nuevo documento: Sin Educación, sin protección.

La Alianza y la INEE han colaborado en la elaboración de un nuevo documento llamado Sin educación, sin protección: Lo qué el cierre de escuelas debido al COVID-19 implica para los niños, las niñas y los jóvenes en contextos de crisis, en el que se destacan las repercusiones negativas resultantes de la combinación de cierres repentinos de escuelas y la consiguiente restricción del acceso y la disponibilidad de servicios, redes sociales y otros medios de protección para los niños, niñas y jóvenes en contextos de crisis. 

Este informe profundiza en el documento de política previo Weighing up the risks: School closure and reopening under COVID-19 — When, Why, and What Impacts? ("Sopesando los riesgos: cierre y reapertura de las escuelas durante el COVID-19. ¿Cuándo, por qué, y qué impacto tienen?")  y proporciona una revisión exhaustiva de la literatura disponible y de los informes sobre los contextos afectados por las crisis, que se complementa con consultas a informantes clave en cinco contextos de casos.

En general, el informe ofrece conclusiones en torno a tres impactos clave de los cierres de escuelas relacionados con la pandemia. En primer lugar, documenta la pérdida de aprendizaje y los obstáculos para el acceso a una educación inclusiva y equitativa de calidad, lo que demuestra la gran variedad de calidad y oferta de materiales para el aprendizaje a distancia y las barreras –como la pobreza, el género, la discapacidad, etc.– que dificultan el acceso. En segundo lugar, el informe ofrece un catálogo de las repercusiones negativas en el bienestar y el desarrollo saludable de los niños y niñas, indicando cómo los cierres han cortado el acceso a los programas de nutrición, de atención especializada y de rehabilitación, y a los servicios de salud mental y apoyo psicosocial que apoyan a los niños, niñas y jóvenes refugiados que se enfrentan a las secuelas de la guerra y el trauma, en particular. En tercer lugar, el informe ofrece una documentación extensa a favor de mejorar la protección de la niñez y sobre los riesgos y daños que sufren niños, niñas y adolescentes, lo que demuestra que el entorno del hogar no es necesariamente seguro. Por último, el informe ofrece recomendaciones fundamentadas en datos científicos sobre cómo responder y recuperarse del impacto del cierre de las escuelas y prepararse para futuros problemas.

Hoy en día, mientras los gobiernos lidian con la decisión de volver a abrir escuelas en medio de subidas continuadas y la propagación de nuevas cepas, argumentamos que el entorno escolar debe entenderse como un mecanismo de protección y un servicio esencial que asegura el bienestar de niños, niñas y adolescentes. Por ello, los responsables de la toma de decisiones deben equilibrar las prerrogativas de salud pública que pueden requerir el cierre de escuelas con las consecuencias a corto y largo plazo que esto puede tener en niños, niñas y adolescentes. Al abordar el impacto todavía presente del COVID-19 y prevenir futuros brotes de enfermedades o emergencias, los responsables políticos deben asegurarse de que los niños, las niñas y los jóvenes sigan estando en el centro de la toma de decisiones.

 

Las opiniones expresadas en este blog pertenecen a los autores. 

Dr Leanne Cameron es una investigadora independiente cuyos proyectos anteriores incluyen el trabajo con la profesión docente en Ruanda, la formación del profesorado y el desarrollo del currículum en México, Sri Lanka y África Oriental, y el desarrollo de programas con refugiados reasentados en Estados Unidos. Es la autora principal de Sin educación, no hay protección.