Alimentación y nutrición
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define malnutrición como un desequilibrio en la ingesta de energía y/o nutrientes de una persona. Este desequilibrio puede dar lugar a dos afecciones, bien desnutrición, por una carencia o deficiencia de micronutrientes, o bien obesidad por un sobreconsumo de nutrientes. La malnutrición, en todas sus formas, incluye la desnutrición (emaciación, baja talla, bajo peso), inadecuadas vitaminas y minerales, sobrepeso, obesidad y las enfermedades no contagiosas relacionadas con la dieta. La malnutrición afecta a poblaciones de todos los continentes, con efectos profundos y a largo plazo en la salud y la esperanza de vida. Es responsable de más problemas de salud que cualquier otra causa y constituye un problema social y económico que frena el desarrollo en todo el mundo.
A pesar de los importantes progresos conseguidos durante las últimas décadas, la mala nutrición sigue siendo un problema inmenso y universal, con una de cada tres personas en el mundo afectada por algún tipo de malnutrición. Casi uno de cada cuatro o, aproximadamente, unos 150,8 millones de niños y niñas de edad inferior a los 5 años sufren de baja talla (poca altura para su edad), 50,5 millones sufren emaciación (peso bajo para su edad) y se estima que 20 millones de bebés nacen con bajo peso. Mientras, el número de niños y niñas con sobrepeso lleva estancado más de una década, con 38,3 millones de niños y niñas menores de cinco años con sobrepeso desde 2018.

Prevenir la malnutrición es la forma más eficaz de lograr resultados duraderos. Desde los primeros 1.000 días a partir de la concepción hasta la edad de dos años es el periodo fundamental para la prevención, cuando la nutrición y el cuidado de madre e hijo/a tienen el mayor impacto en la capacidad del niño/a para crecer, aprender y desarrollarse. El daño causado durante este breve lapso puede causar retraso en el crecimiento y tener efectos cognitivos irreversibles que limitan gravemente el potencial del niño y la niñas para aprender una vez escolarizado. Es importante añadir que los niños y niñas son indicadores indirectos del rigor de una crisis, su bienestar indica la gravedad de su estado nutricional y de salud tanto como el estado de sus madres.
Mejorar el estado nutricional de los niños y niñas en edad escolar es una inversión eficiente para mejorar sus resultados educativos. Los estudios muestran que proporcionar comidas en el colegio y raciones para llevar a casa mediante programas de alimentación escolar alivia el hambre a corto plazo, mejora la capacidad de los niños y niñas para concentrarse, aprender y realizar tareas específicas y aumenta la escolarización femenina. Los programas de alimentación escolar han demostrado atraer más niños y niñas a las aulas y proporcionar una medida de apoyo social que los ayuda a permanecer en la escuela, especialmente en áreas de gran inseguridad alimentaria y bajos ingresos. De hecho, 45 estudios sobre programas de alimentación escolar mostraron que los niños y niñas que reciben comidas en la escuela durante el curso completo asistieron a clase de 4 a 7 días más que los niños y niñas de otras escuelas. También se mejora la nutrición, ya que el refuerzo de las comidas y meriendas escolares reduce la anemia prevalente y mejora la presencia de micronutrientes. La educación sobre alimentación y nutrición en la escuela llega más allá del aula, ya que implica al hogar y al entorno de los niños y niñas. Cuando las escuelas ofrecen oportunidades para promocionar los patrones saludables de alimentación y actividad física para los niños y niñas, se fomenta la prevención de la malnutrición infantil y ha demostrado tener efectos positivos sobre los hermanos menores de los estudiantes.

Los conflictos y los desastres agravan este problema. El cambio climático, la degradación medioambiental y los peligros naturales afectan a las comunidades vulnerables de forma desproporcionada y los conflictos violentos amenazan las vidas de millones de niños, niñas y de sus familias. Las situaciones de emergencia a menudo se caracterizan por un acceso limitado a alimentos y agua de calidad, así como por la interrupción de los servicios de salud y nutrición. En estos casos, la ayuda alimentaria es esencial para salvar vidas, y proveer la nutrición adecuada en el momento oportuno también puede ayudar a cambiar vidas mediante la comprensión de las necesidades nutricionales a largo plazo de las personas. Al vincular la respuesta de emergencia a corto plazo con la asistencia a largo plazo, las organizaciones abordan la raíz de la inseguridad alimentaria y ayudan a romper el ciclo de pobreza.
El hambre y la malnutrición son las preocupaciones clave de los refugiados y de las poblaciones desplazadas, muchos de los cuales sufren de uno o más tipos de malnutrición. De los 815 millones de personas malnutridas del mundo, 489 millones viven en países afectados por la fragilidad, el conflicto y la violencia. Además, 122 millones de los 155 millones de niños y niñas con baja talla en el mundo residen en países afectados por conflictos. Para muchos niños y niñas refugiadas de todo el mundo, el aula se ha convertido en uno de los pocos sitios donde se pueden sentir normales y a salvo. Durante las crisis, la alimentación escolar cumple las necesidades nutricionales básicas con éxito a la vez que devuelve a los niños y niñas a las aulas. En Egipto, Jordania y Líbano, los programas de alimentación escolar ayudan a los niños y niñas sirias refugiados a mejorar su nutrición y animan a los padres a enviarlos a la escuela con regularidad. Las comidas incluyen fruta fresca, bollería local y jugo o leche, lo que les proporciona la energía necesaria para aprender y les enseña las bases de la buena alimentación y la importancia de la comida equilibrada.
Estadísticas clave
- 821 millones de personas - aproximadamente 1 de cada 9 personas en el mundo - se encontraban desnutridas en 2017 (fuente).
- 149 millones, más de 1 de cada 5 niño/as menores de 5 años, sufrían de baja talla en 2018. A nivel mundial, 49 millones de niños y niñas menores de 5 años estaban afectados de emaciación, y 40 millones de sobrepeso en 2018 (fuente).
- De los 815 millones de personas desnutridas en el mundo, 489 millones viven en países afectados por la fragilidad, el conflicto y la violencia (fuente).
- 122 millones de los 155 millones de niños y niñas con baja talla del mundo residen en países afectados por conflictos (fuente).
- La desnutrición se asocia con cerca del 45 % de las muertes de niños y niñas menores de cinco años, generalmente en países de ingresos bajos y medios (fuente).
- La malnutrición en todas sus formas cuesta a la sociedad hasta 3,5 billones de USD al año con un costo de 500 mil millones de USD al año solo por sobrepeso y obesidad. (fuente)
- Los programas alimentarios escolares pueden devolver a los niños y niñas a la escuela y ayudarles a quedarse. Varios estudios han demostrado que estos programas pueden aumentar la escolarización en promedio en 9 %(fuente).
- Al menos 368 millones de niños y niñas preescolares, de primaria y secundaria, reciben alimentos en todo el mundo. La India alimenta ahora a más de 100 millones de niños y niñas; Brasil, 48 millones; China, 44 millones; y Sudáfrica y Nigeria alimentan a más de 9 millones de niños y niñas cada uno. En todos estos países, más de la mitad a los que se alimenta son niñas. (fuente)
Esta recopilación fue llevada a cabo con el apoyo de Aysha Joan Liagamula Kayegeri, experta de la Mancomunidad de Naciones.